¿Puede haber en el mundo cosa más pura que la sonrisa de un niño? ¿Algo más sincero? Difícilmente. Porque esas risas surgen del alma de los pequeños sin pasar por ningún filtro previo. Si cierto hecho, palabra o gesto les hace felices, ríen y lo exteriorizan. Si esas mismas cuestiones les fastidian, aburren o no les atraen, tampoco se abstienen de hacerlo saber.
Por eso tiene tanto mérito conseguir extraer de un niño una sonrisa o una carcajada. Ello significa que ha experimentado una placentera sensación, y lo agradece como mejor sabe. ¡Y de qué manera!
Este jueves próximo tengo el reto de poner a prueba a un grupo de niños (en realidad quien se somete a la prueba soy yo) en la lectura que realizaré de cuentos infantiles, en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. ¡Ojalá tenga suerte y obtenga de ellos el preciado tesoro!