Este año la celebración del 11 de noviembre, tan venerada y seguida en muchos países, especialmente del mundo anglosajón, tiene un tinte especial, pues nos encontramos en las puertas del año conmemorativo del inicio de la Gran Guerra, la que oficialmente finalizó este día que se festeja con amapolas rojas por doquier, en recuerdo a los muertos caídos en la contienda.
Muchos países ya han hecho públicos sus planes para el año siguiente en su afán por mantener viva la llama del compromiso adquirido de no olvidar una guerra nefasta que arrastró a casi todos los países del mundo y que sacudió a sus poblaciones de manera espectacular, especialmente al viejo continente.
Con esa voluntad de conservar la memoria de un monumental tropiezo de la humanidad, que lamentablemente se repitió años más tarde, me sumo a las iniciativas planteadas y lo hago haciendo gala del símbolo universal que representa a ese conflicto armado que no ha perdido el nombre de Gran Guerra.